LA HABANA entre EL JUEGO Y SUS CASINOS – Parte II

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Hotel Capri

El Hotel Capri abrió sus puertas a solo una cuadra del Hotel Nacional, en el año 1957. En sus 19 pisos albergaba 250 habitaciones y el costo final de su construcción se elevó a la cifra de 5 millones de pesos. Su casino se encontraba en un ala del edificio destinada para ese fin y con acceso privado, a un costado de la entrada principal del hotel. En su fachada un llamativo anuncio de neón daba la bienvenida.

Muchos creen que realmente el casino ocupaba el área del Salón Rojo del Capri, pero esto es incierto. El espacio contaba con dos salones: uno que funcionaba como cabaret y era el que daba el recibimiento a los visitantes, y otro a continuación, adornado con inmensas lámparas y lujosas alfombras. En ese segundo salón se encontraban varias máquinas tragamonedas, mesas para juegos de dados y cartas y seis mesas de ruleta. Estas estaban organizadas en forma circular alrededor una central para que el supervisor pudiese vigilarlas a todas.

Existen muchas dudas de la propiedad de Meyer Lansky sobre el Casino del Capri. La sala de apuestas se encontraba de manera oficial bajo la firma del mafioso neoyorkino Santos Trafficante Jr. Además, a su inauguración no asistió Lansky y su nombre no aparecía en la junta de administración. Sin embargo, su junta de accionistas, que era muy pequeña, contaba entre sus integrantes a Jack Lansky, el hermano de Meyer y su mano derecha. Al estar Santos Traficante Jr. fuera del país, el verdadero organizador de este centro era Meyer Lansky.

El casino tenía dos ganchos para atraer a los jugadores: uno era la presencia del famoso actor norteamericano George Raft, que ejercía como anfitrión diario del centro, y el otro era su famoso cabaret Salón Rojo. Allí llegaron a tocar estrellas internacionales como Tony Martin y Liberace. La junta de accionistas a los huéspedes más distinguidos, artistas de renombre por lo general se le brindaba una avioneta particular de Raft para que los trajera y los llevara a Miami el fin de semana. Raft les obsequiaba una ficha de 5 pesos con su imagen, por una cara y un avioncito por la otra, está ficha es bien cara y demanda precios altos por los coleccionistas

El Hotel Riviera fue sin lugar a dudas el más lujoso de los terminados de construir en la década del 50 en Cuba. Era la principal apuesta de Meyer Lansky para obtener ganancias millonarias con el negocio de los casinos en el país. Sus 21 pisos albergaban 368 habitaciones y fue inaugurado el 10 de diciembre de 1957. Su apertura contó con la asistencia del Cardenal Arteaga, el vicepresidente de la República Guas Inclan y de varios ministros de gobierno, además de miembros de la mafia y artistas de Hollywood como Lou Costello y Ginger Rogers, Nat King Cole y muchos más de aquella época

Su casino fue el más esplendoroso de los existentes en Cuba y se encontraba en la parte derecha el extenso lobby. El salón tenía instaladas 85 máquinas tragamonedas y más de 20 mesas para los más variados juegos de apuesta. Como todo casino que se respetase, tenía su cabaret, en este caso el Copa Room. Lansky habló directamente con los arquitectos para diseñar la acústica del lugar de forma que el sonido de las fichas y las máquinas tragamonedas se escuchase en varias áreas del hotel con el objetivo de atraer a más jugadores. Visto desde la calle se ve una cúpula donde radicó este Casino.

Todo este movimiento se inicia en la década de 1920, cuando La Habana había ya asumido un papel más tarde adoptada por Las Vegas: un lugar de vacaciones donde los estadounidenses pudieran dar rienda suelta a sus deseos de esparcimiento, lujuria  y vicios

Estados Unidos estaba en medio de la desastrosa experiencia conocida como Ley Seca, que también creó la delincuencia organizada moderna. Cuba floreció con clubes nocturnos, burdeles y casinos.

La historia de la “organización internacional conocida como la mafia, tan fantástica que muchos americanos consideran difícil de creer en realidad”, como la definió el senador Kefauver en la comisión que lideró en 1950, se remonta a los años treinta. En aquellos años Fulgenio Batista era tan solo un prometedor militar que inició contactos con el mundo del crimen organizado. Tras el ascenso al poder del dictador, en la década siguiente, esas conexiones fueron creciendo hasta conseguir mover los hilos del país.

La Segunda Guerra Mundial fue una pequeña interrupción temporal .A continuación, la fiesta volvió a nacer. La Habana llegó a ser tan notoria, que en 1950 un musical de Broadway, «Guys and Dolls», representó este momento de la Cuba de ese entonces

Algunos lugares, como el cabaret Tropicana, siguen funcionando con total normalidad como lugares de esparcimiento no de juegos Otros, como el teatro Sanghái o el hipódromo, han desaparecido, pero nos queda su historia, recogida en los libros El imperio de la Habana y La vida Secreta de Mayer Lansky en La Habana, ambos del cubano Enrique Cirules. También se ha ocupado del tema T.J English con su volumen Nocturno de La Habana. Ambos autores son las mejores referencias para adentrarse en una colección de historias que rozan el mito.

Lo cierto es que a lo largo de la década de 1950, las familias de la mafia estadounidense y cubanos abrieron lujosos hoteles casino, cada uno más grande y más exitoso que el anterior.

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Un comentario

  1. Según cuenta la historia, el principal financista del hotel Riviera de Cuba fue Alphonse Gabriel Capone, que murió en 1947 mucho antes del golpe de estado efectuado por el mulato Fulgencio Batista, cuando los vínculos oscuros con la mafia habían lavado el rostro a la misma, despues de su participación en la Segunda Guerra Mundial, con su ayuda para derrocar a Mussoline. Es injusto y racista culpar a Batista por la corrupción galopante que reinaba en Cuba que llevó al suicidio de Eduardo Chibás el 16 de agosto de 1951, con su lema de “vergüenza contra dinero” ; Base de que las personas influyentes fueran a buscar al considerado el hombre fuerte de Cuba Fulgencio. Pero los que escriben la historia a su conveniencia, la pasarán como cierta despues de muertos; los testigos presenciales y sus familiares que la vivieron.

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