La historia siempre avanza de la mano de la documentación que la respalda, y al revisar archivos para la elaboración del catálogo de papel sellado de Cuba, hemos tenido la fortuna de encontrar auténticas joyas: documentos oficiales impresos sobre papel sellado que contienen contratos para colonos asiáticos —la mayoría reclutados en Cantón y Macao durante la segunda mitad del siglo XIX—, destinados a trabajar en la isla.
El papel sellado colonial, requisito legal para que los documentos tuvieran validez jurídica, fue impreso casi con toda certeza en la propia isla de Cuba, incluyendo en este caso las condiciones detalladas de contratación del trabajo semiesclavo de los llamados culíes chinos. Estos trabajadores fueron traídos en grandes contingentes para suplir la creciente demanda de mano de obra en la agricultura, especialmente en la industria azucarera, tras el progresivo declive del tráfico esclavista africano.
En nuestra investigación, hemos logrado identificar al menos un par de estos contratos originales. Cada uno fue emitido con el sello correspondiente a la clase 8.ª —el sello 8.º—, requisito indispensable para su aceptación notarial. Curiosamente, en este caso, la tasa fiscal fue cubierta con sellos de policía en uso en la colonia, lo que aporta un matiz adicional sobre las prácticas administrativas del período.
Pero detrás de estos documentos, de su rigor legal y su aparente neutralidad administrativa, se esconde una historia trágica: la de una emigración forzada que, aunque no oficialmente considerada esclava, vivió bajo condiciones de servidumbre extrema. Los culíes, aislados cultural y socialmente, fueron percibidos incluso como socialmente inferiores a los propios esclavos africanos, lo que explica en parte su limitada integración con la población criolla. Esta discriminación, unida a las duras condiciones de vida y trabajo, marcó profundamente la experiencia de esta comunidad en la Cuba colonial.
