Por Hubert Chibás Creagh
La traición contra Guiteras fue de su amigo desde la infancia en Pinar del Río, Carmelo González Arias, al que había pedido ayuda para salir del país y regresar con una expedición armada. Carmelo, que era el jefe del apostadero naval de ese lugar, le ofreció poner el yate «Amalia» frente a la costa de «El Morrillo», y facilitarle la salida, pero lo comunicó a Batista quien destinó varias compañías de soldados que cercaron el lugar, lo esperaron ocultos y lo asesinaron.
Esa delación le valió a Carmelo dos ascensos seguidos, primero a capitán de la Marina de Guerra, y después, con el grado de comandante, a jefe del Distrito Naval del Sur, en Cayo Loco, Cienfuegos. Hasta aquí llegaría la mano justiciera de «La Joven Cuba», la organización de Guiteras, que seguía luchando en la clandestinidad.
Primero trataron de ajusticiarlo en Cienfuegos, en lugares donde solía frecuentar Carmelo, pero no pudieron ejecutarlo por la vigilancia militar que lo protegía. Pero continuaron vigilando estrechamente al traidor a través de integrantes de células de la organización guiterista en esta ciudad. Así conocieron que se iba a casar con la hija del apoderado de los bienes del millonario Nicolás Castaño y le prepararon un «regalo de bodas».
Un pirotécnico habanero, Cándido Durán, preparó el artefacto dinamitero en su vivienda del reparto Santos Suárez. Lo colocó en una caja de tabacos habanos con un mecanismo que la haría estallar al ser abierta. Otros guiteristas confeccionaron la envoltura y los sobres de manila con cuños cuidadosamente falsificados del Estado Mayor de la Marina de Guerra Cubana. El bulto postal fue despachado en la oficina de Correos de la calle Oficios, en La Habana Vieja donde habitualmente se imponían los bultos que la Marina destinaba al interior de la Isla. Así, el 8 de mayo de 1936, exactamente un año después del asesinato de Antonio Guiteras, ese bulto postal fue recogido en la oficina de Correos de Cienfuegos, por el cartero del Distrito Naval, Ángel García García, tío de José Antonio García que había realizado el seguimiento de Carmelo durante todo el período. El cartero de Cayo Loco depositó el bulto sobre el buró del comandante Carmelo, Jefe de ese Distrito Naval, y éste lo recibió al día siguiente cuando regresó de su luna de miel. Tomó en sus manos el «regalo» del Estado Mayor de la Marina. Comprendió que era una caja de tabacos habanos y mentalmente agradeció esa delicadeza de sus jefes. No obstante, por costumbre, revisó todos los sellos oficiales, el matasellos de la oficina de correos habanera que correspondía, y todo lo encontró impecable. Rasgó el sobre y tomó en sus manos aquella exquisita caja de tabacos. La abrió. La explosión causó heridas a su ayudante y a otro marino que estaban en la habitación. El blanco uniforme de Carmelo se tiñó de rojo. Falleció siete días después en el Hospital Militar habanero de Columbia, a consecuencia de la septicemia.
Otro de los implicados en la traición de Guiteras, Rafael Díaz Joglar, cayó bajo los plomos de «La Joven Cuba», en pleno Vedado en la Capital, el 31 de enero de 1945.
Nada amigos… La organización guiterista tenía buena memoria, no olvidó la traición a su líder aún diez años después.