El caos monetario, la casa de “Hernán Cortes” y la riqueza numismática de Cuba… ya pasada..

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Hace años la numismática cubana disfruta de un auge significativo como resultado del impulso mundial que ha recibido la afición. Ahora certifican piezas y las ponen en las redes sociales cuando antes el coleccionismo era más privado sobre todo para protegerlas del robo cuando se trataban de metales preciosos o piezas muy raras.

Pocos quedan ya de cuando comencé hace mas de 40 años mis andaduras con las monedas. Época dorada se podría decir, pero más que dorada podría decirse que era idílica. En un álbum del círculo numismático de Plaza se podía ver piezas dignas de museos. Medallas de proclamación, oro de muchísimos los países, monedas romanas o europeas con siglos de antigüedad y multitud de medallas pero sobre todo moneda cubana de calidad. El mínimo defecto era justificación para ir a una caja donde un peso macho con mínimos defectos no costaba ni 5$. Tanta riqueza numismática y medallística terminó, lamentablemente, con la funesta “casa del oro y la plata”. Estas “casas” a finales de los 80 y comienzos de los 90, conocidas en el choteo cubano como las casas de “Hernán Cortes” (cambio de oro por baratijas) saqueó la riqueza coleccionable de nuestra isla reduciendo, a lingotes de metales preciosos, joyas de la numismática mundial atesoradas en la isla.

Pero ¿de donde salió semejante tesoro numismático? La respuesta es sencilla y compleja a la vez. La primera es que la isla careció de moneda propia hasta 1915 y desde el descubrimiento se surtió de la plata peninsular o hispanoamericana que se amonedaba en México, Lima y  Potosí.

Circulaba en la isla al peso, o por convenio monedas de medio mundo considerando el metal precioso y aplicado primas y descuentos según fuera el caso. A mediados del siglo XIX podías pagar en reales de 8 mexicanos republicanos o coloniales, dólares americanos, liras italianas, francos franceses o macuquinas. Esa era la parte más compleja de la circulación monetaria que hacían fluir hacia la isla, en pleno apogeo económico, monedas de todos los países que hacían del comercio un caos al tener que regirse por tablas de cambio que fluctuaban considerablemente.

Hay dos conceptos que es importante aclarar antes de continuar: el valor nominal y el valor intrínseco de la moneda. Se considera el valor nominal de una moneda el valor por el cual es aceptada, entregada y recibida tanto por la entidad emisora como por los particulares. El valor intrínseco es sin embargo otra cosa diferente. En la práctica actualmente no es aplicable y es el valor del metal noble que existe en el disco amonedado o moneda acuñada. En pleno siglo XIX ya el metal precioso no circula por lo que las monedas y los billetes son aceptados por su valor nominal, respaldado por la entidad emisora, pero no siempre fue así. En el periodo colonial cubano ante la inexistencia de papel moneda o de confianza en el mismo era necesario el uso de la moneda que se tenía a mano, siempre por el metal que contenían.

A partir de 1865 el caos fue disminuyendo con la adopción en Europa de la Unión Monetaria Latina (UML). Este convenio unificaba pesos y ley en las monedas de Francia, Bélgica, Italia y Suiza que suscribieron un acuerdo en el que se comprometieron a cambiar sus divisas nacionales a un estándar de 4,5 gramos de plata o 0,290322 de oro (una relación oro/plata de 1:15,5) y hacerlas libremente intercambiables. Más tarde se uniría Grecia en 1868.  España adoptó ese estándar para su moneda peninsular mediante un convenio bilateral con la UML. Resumen: se aceptaba en la circulación 5 fr suizos o franceses, 5 ptas españolas, liras italianas, dracmas o kreuser austriacos. De ahí que toda esta moneda fuera posible encontrarla en la isla acompañada de todas las monedas americanas o norteamericanas al peso.

El segundo factor es el coleccionismo. Nuestro país desde los inicios de la República existió un movimiento numismático importante paralelo al filatélico hasta el punto de que uno de los mayores de exponentes de la filatelia cubana, Buenaventura Cruz Planas, tenía una excelente colección de oro y medallas que fue intervenida al morir (pero eso es historia para otro momento).

Ahora veo tristemente y en silencio cuando un coleccionista en las redes sociales muestra piezas certificadas que antes no tenían ni siquiera un espacio en un álbum de sábado y dan deseos de llorar recordando la riqueza acumulada, derrochada, de cuando con ojos de niño revisaba cajas de monedas de plata mundiales al peso… tiempos que no volverán.

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