Los sellos habilitados siempre han sido una fuente muy atractiva para las falsificaciones y manipulaciones. Basta tomar un sello tipo y, mediante una simple estampación, revalorizarlo considerablemente. En el caso de Cuba, los sellos de correo interior y los de Puerto Príncipe son los más falsificados.
El caso que nos ocupa hoy es particularmente curioso. Revisando plataformas de venta en línea, encontré a la venta un bloque de correo interior que destacaba por su rareza. Nada menos que un bloque de seis sellos del correo interior de 1855, Tipo I (con la “Y” pequeña). La pieza contaba con dos certificados de expertización: uno de la CEM (Comisión de Expertos de Madrid) de 1982 y otro de Graus del 2014, adornado con abundantes florituras.
Lo que más llamó mi atención fue que el vendedor aclaraba, y cito: “en mi opinión los sellos son falsos”. ¿Qué…? ¿Un vendedor ofreciendo una pieza de extrema rareza, con dos certificados, y además aclarando que no confía en ellos? Casi un milagro… Durante años he visto piezas con certificados que ni un ciego dudaría que eran falsas, pero… tenían certificado. (Esto me lo confirmó una vez un conocido comerciante al que, tras preguntarle si una pieza que me mostraba era auténtica, le ofrecí otras semejantes: una por 100, dos por 100, y así hasta llegar a cien por cien… y aún así, la sacaron a subasta pública).
Volviendo a la pieza en cuestión, a simple vista es casi imposible detectar la falsificación si no se está profundamente familiarizado con las marcas de los originales. Pero no es original, esa es la realidad. La honestidad —tan inusual en casos donde hay dos certificados— no es común, y demuestra que tener un certificado de expertización no garantiza que la pieza sea auténtica: solo significa que un experto acreditado la ha examinado (y ha cobrado por ello).
Mi consejo: conviértase usted mismo en su propio experto. Si colecciona un área específica, actúe como su propio perito, y no confíe ciegamente en el criterio de expertizadores que se adentran en campos que no son su especialidad ni competencia.