A lo largo del siglo XIX, fueron numerosos los intentos por establecer en Cuba un banco de cobros y descuentos que tuviera la facultad de emitir papel moneda con curso legal. Esta necesidad surgía, entre otras razones, de los riesgos y dificultades asociados al transporte de grandes cantidades de numerario en transacciones comerciales de gran envergadura. Aunque desde siglos anteriores ya se utilizaban instrumentos como la Letra de Cambio, este mecanismo solo involucraba a las partes directamente comprometidas en la operación y no suplía por completo la necesidad de un sistema monetario más ágil y seguro.

En aquella época, sin embargo, persistía un profundo escepticismo hacia la idea de que un simple papel pudiera representar el valor de una considerable cantidad de oro. Esta mentalidad conservadora, reforzada por experiencias negativas en otros países —como el sonado fracaso de los billetes emitidos por John Law en Francia durante el siglo XVIII—, dificultaba la aceptación del papel moneda entre la población y las élites económicas.
No fue sino hasta 1855 que un Real Decreto estableció las bases legales para la creación de un banco privado con funciones de emisión y descuento: el Banco Español de La Habana. Esta institución comenzó sus operaciones emisoras en 1857, lanzando billetes con valores que iban desde los 50 hasta los 1000 pesos. Durante sus primeros años, el banco logró operar con relativa estabilidad, desempeñando un papel importante en la modernización de las finanzas en la isla.
Sin embargo, con el paso del tiempo, y ante el creciente desbalance de las cuentas y el aumento descontrolado en la emisión de papel moneda, el banco comenzó a perder credibilidad. La confianza del público se erosionó rápidamente, y el valor de los billetes cayó en franca depreciación. En medio de una profunda crisis financiera, el banco terminó en la quiebra. En un intento por salvaguardar el sistema, las responsabilidades financieras fueron trasladadas a una nueva institución creada posteriormente: el Banco Español de la Isla de Cuba, que asumió las deudas y emprendió la retirada de los billetes en circulación, la mayoría de los cuales fueron incinerados.
Hoy en día, los billetes de altas denominaciones emitidos por este banco constituyen verdaderas joyas filatélicas e históricas. Debido a su rareza y valor documental, son altamente codiciados por coleccionistas y estudiosos de la historia financiera cubana. Representan no solo un testimonio de los desafíos económicos de la época, sino también un vestigio tangible de los primeros intentos por implementar un sistema bancario moderno en la isla.