La red es caldo de cultivo de todo tipo de fechorías, algunas terribles y otras menos como la comercialización de material coleccionable falsificado. El caso que nos ocupa es sencillo, de escaso daño y por eso al final nadie las denuncia o las señala, si se dé cuenta de ellas.
Se ofrecían en una plataforma de ventas en internet unas postales de La Habana de comienzos de siglo. Bellas imágenes del puerto, las iglesias y lugares emblemáticos de la capital. Un amigo las compro y como alguna me faltaba nos vimos finalmente para cerrar el trato. Mi sorpresa fue, al tocarlas, que algo no estaba bien. Mirándolas ya detenidamente no pude menos que confirmar que había sido burdamente estafado. se trataba de reproducciones y no de originales.
El dilema fue complejo ¿cómo se lo digo? Armado de paciencia y recurriendo a un álbum de las de mi colección le ofrecí una lupa de joyero y le orienté donde debía mirar. No salía de su asombro hasta que el mismo pudo confirmar que la calidad de la impresión y de la cartulina no se correspondía con la época y aunque había pagado un puñado de dólares por el conjunto no dejaba de rabiar por haber sido engañado.
Suele ocurrir en internet que se ofrezcan «gangas» pero a veces no dejan de ser una trampa mortal al menos para el orgullo del coleccionista. A partir de ese momento pone en «cuarentena» todo el material que se le presenta y la verdad lo mejor es aprender a diferenciarlas y por eso esta entrada.
Las postales antiguas de Cuba, de comienzos del siglo XX son impresas a tinta, no por una impresora offset que puede encontrarse ahora en cualquier imprenta grande. La diferencia es notable pues mientras que la imprenta de tinta deposita cantidades desiguales de tinta en la cubierta de la postal, la de offset nos deja un punteado negro o de colores que son los que conforman la imagen. En el caso de la cartulina es más sencillo al tacto si conoces las originales pues el apresto original, carente de brillo generalmente, no tiene nada que ver con el rugoso de una cartulina moderna de calidad.
Es posible que se trate de una serie de reproducciones modernas de vistas de esa Habana que ya no está para vender a los turistas. El mero hecho de no advertirlo (en el proceso de impresión con un texto) ya nos hacen dudar de las intenciones del fabricante y mucho más de las del vendedor que no lo advirtió nunca.
Resumen, desconfíe de las gangas en internet y si tiene dudas pida mejores imágenes, le evitaran dolores de cabeza.