La creación de los ”Correos Marítimos del Estado” por Real Cédula de Carlos III, expedida el 6 de agosto de 1764, marcaron el final del oficio de Correo Mayor en las posesiones hispánicas de las Antillas y Tierra Firme. Se enajenaba así su puesto a D. Cipriano de la Luz por ser incompatible su desempeño con el establecimiento de los correos marítimos a cuenta del estado. Debían dejar su puesto, si no lo habían hecho ya, todos los tenientes del servicio en las diferentes provincias.
Su cese llevó a reclamaciones a las que se unieron sus homólogos de Perú, México y Guatemala. Las Reales Cédulas de 10 de diciembre de 1769 y 24 de enero de 1770 ordenan, cinco años después, el reintegro de los 18.810 pesos pagados como resultado de la subasta y la annata23. El puesto de regidor del Cabildo habanero fue confirmado por el gobernador general por decreto del 22 de febrero de 176624. En él se afirmaba que por derecho propio y gracia del rey, D. Cipriano conservaría su puesto sin que fuera titulado o investido de nuevo bajo calidad de renunciable.
Los Correos Marítimos del Estado y el nombramiento de José Antonio Armona.
Con el ascenso al trono de Carlos III se inicia una época que sería conocida como el ”Despotismo Ilustrado”. El nuevo rey se rodeó de ministros y asesores con grandes dotes que permitieron desarrollar políticas que fueron muy beneficiosas para el reino. Uno de ellos, Bernardo Ward, formuló su ”Proyecto Económico” que entre otros temas trataba del establecimiento de los correos marítimos a cuenta del estado. Estuvieron implicados en ello el marqués de Grimaldi, el marqués de Esquilache y casi seguro contaron con la asesoría del conde de Ricla, que se encontraba de regreso en España después de haber entregado la Capitanía General de la Isla de Cuba a su sucesor. El conde había expresado en varias oportunidades la necesidad del mejoramiento de las comunicaciones entre la península y sus poseciones de ultramar. Grimaldi, quien tomó el proyecto como algo personal, había mandado a adquirir varias embarcaciones y a construir otras en los astilleros de Bilbao.
Como ya había cesado el oficio de Correo Mayor fue necesario el nombramiento de un Administrador Principal del Correo Marítimo y Terrestre de la isla. El mismo tendría con amplias responsabilidades en cuanto al desarrollo y buen funcionamiento de los correos en América. La Habana sería el centro neurálgico del nuevo sistema pues actuaría como oficina de cambio postal. Se clasificaría y encaminaría toda la correspondencia recibida para España y la recibida de la península para sus colonias.
Finalmente el ”Reglamento provisional” es aprobado el 24 de agosto de 1764. Podemos constatar la importancia de su implementación para el correo interior de la isla de Cuba pues independientemente de fijar la ”Caxa” principal en La Habana se anota que los buques podrán tomar tierra en los puertos de Baracoa y ”Xagua” y en artículo 15 se anota:
”15. 1. Como seria costoso dirigir desde España la correspondencia de Tierra-Firme, y de Peru en Paquebotes distintos: he resuelto S. M. que por ahora se lleve por tierra desde San Christobal de la Habana al Puerto de la Trinidad, Xagua, ú otro que se estime por mas conveniente: estableciendo Postas regulares, y ajustadas, de modo que estén bien servidas en todos los tiempos: sobre que deberá cuidar mucho el administrador que se ponga en dicho Puerto de la Habana; correspondiéndose a este fin con el que debe establecerse en la Trinidad, ó en Xagua por aora, según las circunstancias.»
El texto claramente marca la ruta interior de la capital antillana a Trinidad por el sur a “Xagua” (Cienfuegos). La correspondencia hacia el sur del continente americano era trasladada a Trinidad para ser embarcada hacía Cartagena de Indias. La villa era uno de los puntos portuarios más importantes de la isla por su posición privilegiada. La ruta evitaba que se tuviera que bordear la isla por el cabo de San Antonio, con los peligros que implicaba la navegación por esta zona, evitada incluso hasta bien entrado el siglo XIX.
El marqués de Grimaldi dictó además una instrucción particular sobre el funcionamiento de los correos en Cuba que atesora el Museo Postal Cubano. En ella, ciñéndonos al correo interior de la isla, se especificaba que se debían establecer postas y además de la expedición que ya existía a Santiago de Cuba, se debían despachar correos quincenales para el transporte de la correspondencia de la capital a Trinidad. La citada villa tenía por el correo general una hijuela que partía de Sanctí Spíritus una vez al mes y se pretendía a partir de ahora comunicarla de la forma más expedita con La Habana para evitar retrasos en el despacho de la correspondencia a Tierra Firme.
El nuevo proyecto contemplaba que desde La Coruña se despachara y recibiera toda la correspondencia procedente de las Indias, Islas de Barlovento y Tierra Firme. El administrador principal de esta demarcación sería el responsable directo ante Grimaldi del buen funcionamiento de los correos. Se realizaría un viaje a La Habana cada primero de mes con la correspondencia que para ella y sus dependencias hubiera. Todos los días 15 de febrero, abril, junio, agosto, octubre y diciembre se dirigirían a Buenos Aires y el Perú.
La designación del nuevo administrador recayó en D. Antonio de Armona y Murga, con 38 años cumplidos y amigo personal del marqués de Grimaldi. Su nombramiento, fechado en Madrid el 17 de octubre de 1764, venía acompañado de un sueldo de 1.000 pesos anuales, el pago del alquiler de una casa donde residir y fundar la nueva administración. Se le investía también como administrador de rentas por el que percibiría además 4.000 pesos anuales.
Grimaldi comunicó al capitán general actuante en la isla sus intenciones de que se prestara todo el apoyo necesario a Armona, por parte de las autoridades civiles y militares así como por el consistorio habanero. El ministro de Indias, Julián de Arriaga, dispuso que se adelantaran los fondos necesarios para que cuanto antes la Administración Central fuera una realidad. A posteriori se les realizaría el reintegro desde la Tesorería General de la Renta de Correos de Madrid. A pesar de las recomendaciones cuando Armona llegó a La Habana no dispuso de los fondos necesarios. Las arcas de la Tesorería no disponían de ellos y los salarios de las guarniciones se estaban abonando en ese momento gracias a préstamos privados.